El evangelio de Mateo concluye
con el envío de los discípulos por parte de Jesús. El encuentro tienen lugar en
el punto de partida de la misión de Jesús: en Galilea. La convocatoria surge de
Jesús, él es quien hace posible el encuentro, es una sola llamada para los once,
ahora la invitación de ser “pescadores de hombres” debe hacerse realidad. Los
once asumirán la misión y el itinerario más allá de las fronteras de la tierra
prometida. Cada uno de ellos y ellas serán la continuación y participación de
la misión de Jesús y deberán llevar la misión a plenitud y universalidad, tendrán
que mover el limite de las fronteras.
Mateo hermosamente recuerda
que esta misión del discípulo esta tejida de fe y dudas, claridad y
desconcierto, firmeza y vacilación. Pero
en el fondo esta clara: hacer discípulos. Y la condición para permanecer en
este discipulado es a través del bautismo y la enseñanza. El discípulo permanece
como discípulo ya que enseña solo lo que Jesús ha mandado: amar, servir y
perdonar.
Cuando Jesús ordena en nombre
de quien se bautiza y se enseña: del padre, del hijo y del Espíritu Santo; nos
recuerda que Dios es solo amor, que es
amor comunicado en el Hijo y que su gloria en el Espíritu es solo amar.
Por último la promesa: “yo estaré
con ustedes todos los días hasta el fin del mundo…” Esta promesa hace que el
resucitado no se vaya, sino que permanezca y así los discípulos vuelven al
principio, y se convierten en oyentes de la palabra resucitada y en signos del
resucitado con sus propias vidas.
La claridad de la misión y la
promesa de la presencia del resucitado, evitara que el alma de los once llegue
ha opacarse con proyectos mezquinos e ideologías absolutizante que rayan en el endiosamiento
de quien las proponga, y para nosotros una certeza de fe de que no estamos
solos y perdidos en la historia de nuestras vidas y que hemos seguir
fortaleciendo la espera a pesar de las
decepciones, engaños y desalientos. YO ESTARE CON USTEDES HASTA EL FIN DEL
MUNDO. Amen mi Señor.
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