sábado, 5 de abril de 2014

Señor, tu amigo querido está enfermo

Texto: Jn. 11,1-45.

En el encuentro de Jesús con la Samaritana fueron "dos días" que paso junto a ellos (cf. Jn 4. 40). Los dos días son un recurso del autor para poner a Jesús a las puertas del tercer día. Jesús es lo que significa el tercer día, es decir, resurrección, vida.
Se presentan tres grandes momentos en el texto: El primero es el diálogo de Jesús con sus discípulos en los vs. 7-16 en el que, decidiendo acudir a donde está Lázaro, y el segundo es el diálogo de Marta y de Jesús (vs. 17-27). Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Y con la muerte, la tristeza y la solidaridad humanas ante lo inevitable. El tercer y definitivo momento del texto es la realización de las palabras de Jesús: Lázaro vive.

El relato nos presenta la acción significativa de un Dios que se manifiesta partidario de la vida. Jesús se expresa como alguien tremendamente humano a quien un profundo dolor le hace llorar. el llanto de Jesús por su amigo muerto demuestra  es más importante un amigo que la propia vida. Desafía a la muerte yendo a ver a Lázaro.
En primer lugar presentan una descripción de la situación de lázaro: es un hombre enfermo, natural de Betania, es pobre y tiene dos hermanas. Lázaro es el pobre, el desposeído de todo, no era sólo el hambriento; era, incluso, el alimento de los gusanos. Una de sus hermanas llamada María es una mujer valiente; ella perfuma los pie del maestro y los seca con sus cabellos y es mujer osada al quedarse a los pie del maestro cuando este habla a sus discípulos en su casa. Una mujer fuera de serie.

Marta y María anuncian a Jesús que su amigo Lázaro está enfermo. Jesús responde que esta enfermedad no es para la muerte, sino para que en ella se manifieste la gloria de Dios. Con estas palabras alimentaba en las dos hermanas la esperanza de una posible curación milagrosa. La demora es por el cerco mortal que los adversarios de Jesús han montado en torno a Él.   
La enfermedad de Lázaro no es para muerte, sino para manifestar palpablemente la gloria de Dios,  el amor que Dios tiene, revelado a través de su Hijo (cf. v. 42). El amor de Jesús, es decir, la ocasión que va a propiciar la posibilidad de amar desafiando a la muerte.  Por otra parte hablar de la gloria de Dios no es en el sentido sociológico de la fama y honor resultante del hecho de resucitar a Lázaro, sino el sentido esencial de lo que son Dios y su Hijo.

Lo inevitable ha sucedido: “Al llegar, Jesús se encontró con que ya hacía cuatro días que Lázaro había sido sepultado… Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirlo; pero María se quedó en la casa.  Marta le dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto… ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último… Marta fue a llamar a su hermana María, y le dijo en secreto: El Maestro está aquí y te llama… Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se puso de rodillas a sus pies, diciendo: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto…

Las figuras de las dos hermanas personifican dos actitudes posibles ante la muerte. En Marta vemos a la mujer que en medio del dolor crece en la fe. Marta cree, en definitiva, que lo inevitable no es definitivo, pero su perspectiva es a largo plazo, en el futuro. En María la mujer que padece el dolor en su profundidad. El hecho que Marta es la que va a encontrar a Jesús concuerda con el papel más activo que ella tiene y el papel más pasivo de María que Lucas 10 nos presenta.

Las hermanas informan a Jesús, no hay petición explícita. No mencionan el nombre del hermano, sólo recuerdan la relación que une a Jesús con él (tu amigo – aquel a quien tú quieres). El vínculo de Jesús con cada uno se describe como una relación de afecto y amistad. La enfermedad que lo lleva a la muerte no se debe a la falta de amor de Jesús. Marta no le recrimina a Jesús solo le comenta “Si solo hubieras estado aquí.” Ella sabe que Jesús no hubiera llegado a tiempo para prevenir la muerte de Lázaro, la distancia no era corta. En medio dialogo Jesús afirma abiertamente “Yo soy (griego: ego eimi) la resurrección y la vida” (v. 25).  De esta manera  “La promesa de resurrección y vida no se encuentra en un evento distante, sino que ya están disponibles en la persona de Jesús”

La fe en la resurrección  es fe en la vida. No es una fe en una vida indefinida sin más, sino en otra vida que es solo después de la muerte, sino que también es fe en esta vida. Nuestra fe lucha contra toda losa de muerte y ataduras mortuorias que reprime la vida. Amen

 

 

 


 

 

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EL RUIDO DE LA PALABRA

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