sábado, 10 de septiembre de 2011

TEN PACIENCIA CONMIGO Y TE LO PAGARE TODO

Texto Mt. 18,21-35

Podemos afirmar que este texto tiene como telón de fondo –en la medida de lo posible- la comunidad a la que el mismo evangelista escribe y a su vez la propia experiencia de perdón y fraternidad de los discípulos con respecto a la capacidad de cuantas veces se tiene que perdonar.

El punto de partida de la pericopa es una pregunta: “…si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces?...

La parábola con responde Jesús a la pregunta de Pedro, es tremendamente desproporcionada en todo, por ejemplo: en la actitudes de los personajes que es tan distintas entre si en cuanto al perdón, en la deuda de uno y del otro, la tensión entre el perdón recibido y la violencia practicada, etc.

La actitud de los compañero del siervo o amigo que no quiso perdonar al otro su deuda o darle mas tiempo, se corresponde perfectamente con el reflejo de la tensión, tristeza, conflicto… que bien puede ser de la comunidad cristiana o apostólica que siente la necesidad del perdón antes las situaciones antes mencionadas.

Cabe hacernos una pregunta para que nos ilumine la palabra nuestra propia realidad: “¿cómo es posible que alguien que le han perdonado una deuda inmensa no sea capaz de perdonar una deuda insignificante?” Al oír esta parábola también queda en pensamiento la pregunta cuestionante del rey: “¿no debías tu también tener también compasión de tu compañero como la tuve yo de ti?”

Cuando llegamos a una experiencia de Dios lo primero que se descubre es el amor que nos tiene y, a través de ese amor hemos recibido el perdón que Dios ha dado muchísimas veces sin aun pedirlo nosotros mismos. Consecuencia de recibir un perdón tan grande es que debemos perdonar sin limites, son condiciones.

La pregunta inicial de Pedro que se encierra en un limite de perdón – 7 como lo máximo del perdón- es por parte de Jesús superado, superando un esquema de casuística. El perdón es necesario para poder vivir una vida comunitaria, el perdón nace de haber sido perdonado por Dios. Quien haya experimentado la misericordia del Padre no puede andar calculando las fronteras del perdón y de la acogida fraterna a los hermanos. El perdón evita que nos destruyamos entre nosotros mismos.

El que se cierra al perdón se castiga así mismo. Cuando se ejercita el perdón se libera del odio, se reconcilia consigo mismo, se recupera la paz, la vida puede comenzar de nuevo.

El sentirse perdonado (a), es sentir la ternura inmensa con la que Dios nos envuelve y nos sostiene. El perdón es una experiencia humana que ayuda para el crecimiento que quien no conoce el gozo del perdón corre el riesgo de no crecer como persona. Quien olvida lo mucho que le perdonan se vuelve duro de corazón con demás. El perdón cambia las relaciones entre las personas y plantea una nueva convivencia para el futuro.

Por ultimo hemos de tener presente que el perdón tiene dimensiones sociales, porque el perdón no justifica ni permite las actuaciones inhumana, vejatorias e injustas con ninguna persona sea delincuente, sea político, sea de otra creencia religiosa. El perdón humaniza la vida social del hombre. AMEN.

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EL RUIDO DE LA PALABRA

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