domingo, 9 de mayo de 2010

ME VOY Y VOLVERÉ A USTEDES

«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
24 El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. 25 Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. 26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. 27 Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! 28 Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. 29 Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.


REFLEXION GENERAL

La transformación que Jesús propone no se hace por imposición, no puede haber cambios si los seres humanos no cambiamos, y ese cambio o conversión solo se logra a través del amor. La presencia de Dios no será en tiendas, ni en el templo; será en todo aquel hombre o mujer que ha decidido cambiar su vida por la palabra escuchada que procede del Hijo de Dios. Cada hombre y mujer serán morada de Dios.

Por otra parte, Jesús insiste que su mensaje es del Padre, su palabra: abre a los ojos, invita a nuevo éxodo, el hombre descubre su dignidad, liberar de ideología opresora a la existencia del ser humano.

Más adelante Jesús recuerda su despedida, que no es precisamente a través de la muerte, sino que es venciendo a la muerte. En su despedida promete el Espíritu Santo que les ayudara a profundizar en todas las palabra que él les ha dicho. Este mismo Espíritu que procede de Dios y del Hijo, es santificador y les consagra para ser luz de la vida. Pero el Espíritu tiene una característica muy peculiar, no habla de sí mismo, sino que hace recordar y comprender lo que Jesús ha enseñado, una palabra es continuador de las palabras del Hijo.

Dios no es opositor del hombre ni de la mujer. Dios no reclama la vida como sacrificio, no disminuye al hombre, sino que lo dignifica a la condición de Hijo. Mientras que el hombre se dignifica como Hijo de Dios a través de Jesús, afirma la paternidad amorosa y misericordiosa de Dios.

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EL RUIDO DE LA PALABRA

Toda reflexión es producto de la sonoridad de la palabra