Con este símbolo y cualquiera de las dos frases que suelen acompañarlo,
se expresa un anhelo profundo: que el proyecto de hermano prevalezca sobre la
tendencia fratricida. Con la frase tradicional “acuérdate que eres polvo y en
polvo te convertirás”, se nos advierte de los peligros de la autodivinización
(pretender ser dueño absoluto de todo), la autorreferencia (el egocentrismo) y
la autosuficiencia (la cerrazón). O con la expresión “Conviértete y cree en el
Evangelio”, se nos indica la necesidad de la conversión, de poner la vista en
otro camino y otro modo de ser: cambiar nuestro corazón de piedra por un
corazón compasivo.
En el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2019 titulado “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los
hijos de Dios”, encontramos una utopía (la redención de la
creación), una realidad desafiante (la fuerza destructiva del pecado) y una
necesidad (impulsar la fuerza regeneradora de la ley del amor).
Respecto al primer punto, el Papa afirma que, si el ser humano quiere
beneficiar a la creación y cooperar con su redención, debe vivir “como persona
redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo, y sabe reconocer y poner en
práctica la ley de Dios”. Recordemos, en esta línea, que el proyecto inicial de
Dios, entendido – como sostienen algunos teólogos – no como punto de partida
sino como punto de llegada, supone una humanidad en relación con Él, de
igualdad absoluta entre sus miembros, con un proyecto común de administrar
responsablemente el mundo y en relación empática con los otros habitantes del
planeta. Soñar con una humanidad y sociedad nuevas, es una tarea y una meta
abierta a la participación de hombres y mujeres. El mensaje de Francisco sobre la Cuaresma hace patente ese
compromiso.
El obispo de Roma nos habla también de una realidad afectada por la
fuerza destructiva del pecado personal y colectivo. Como se sabe, según los
primeros capítulos de la Biblia, los males más profundos que los seres humanos
experimentan en su vida vienen como consecuencia de cuatro graves fracturas:
con Dios, entre la pareja, entre los hermanos, y entre los pueblos. En este
sentido, el mensaje papal señala que “cuando no vivimos como hijos de Dios, a
menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás
criaturas —y también hacia nosotros mismos—, al considerar, más o menos
conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca”. En definitiva, se trata,
según Francisco, “del pecado que lleva al hombre a considerarse el dios de la
creación, a sentirse su dueño absoluto y a no usarla para el fin deseado por el
Creador, sino para su propio interés, en detrimento de las criaturas y de los
demás”. Aparecen aquí, como fuerzas deshumanizantes, lo que la ética denuncia
como males actuales de gran impacto: el antropocentrismo, el etnocentrismo y el
egocentrismo.
Ante estas fuerzas destructivas, el mensaje papal habla de la urgencia de una fuerza que vaya en el
sentido contrario, esto es, que regenere, transforme, humanice. Enfatiza que la
reversión de las fuerzas destructivas depende, en gran medida, de la acción de
aquellos [hombres y mujeres] que se han convertido en una “nueva creación”. Esa
nueva humanidad que entiende el ayuno, la oración y la limosna no como actos
externos de cumplimiento, sino como estilo de vida. En esta línea, en el
mensaje se explica que ayunar “es aprender a cambiar nuestra actitud con los
demás y con las criaturas: de la tentación de ´devorarlo´ todo, para saciar
nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor… Orar para saber renunciar a
la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados
del Señor y de su misericordia. Dar limosna para salir de la necedad de vivir y
acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro
que no nos pertenece…”.
La necesidad del protagonismo de esta nueva humanidad, eje temático del
mensaje cuaresmal, nos recuerda el “sueño de una humanidad de liberados”. El ser humano que desde ahí se gesta aparece como una persona solidaria
(se hace prójimo del otro); persona profética (con lucidez crítica desenmascara
los mecanismos de opresión); persona comprometida (con los empobrecidos y
contra la pobreza); persona libre (de egocentrismos y disponible para colaborar
en construcción de una sociedad de liberados); persona jovial (porque
relativiza las contradicciones y no se deja dominar por el enfado); persona
contemplativa (porque a pesar de lo escabroso de la vida no pierde el sentido
de gratuidad, de la fiesta y la convivencia fraterna; persona utópica (que
trabaja por la pequeña utopía de asegurar el pan de cada día, por la gran
utopía de una sociedad incluyente y justa, y por la utopía absoluta de la
comunión con Dios en una creación totalmente redimida).
Para el Papa Francisco, toda la creación está llamada a salir de la esclavitud
de la corrupción para entrar en la libertad de los hijos e hijas de Dios. Pero
ello supone la manifestación activa de esa nueva humanidad. De ahí la
exhortación con la que concluye su mensaje:
“Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales”.
“Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario