Cada vez que celebramos la
fiesta de la Epifanía siempre se tiene la tentación de idealizar todo lo que el
texto nos presenta como contexto histórico de las personas, que vivían en medio
de una realidad fracturada y desesperanzada, llena de ira e impiedad, oprimida
por el peso de un destino incierto. Esto había traído como consecuencia que se habían
olvidado de la fuerza alteradora de palabras como «reconciliación» o «justicia»;
no recordaban cómo era una vida de «solidaridad fraterna». Era un mundo donde
una gran mayoría de personas no creía en un futuro bueno, ni tenían voluntad de
construir un mundo mejor, Herodes les había arrebatado toda palabra, todo gesto
y toda esperanza, por eso al llegar estos visitantes preguntando por un Rey distinto
al que estaba causa sobresalto -dígase temor y porque no también alegría- Una
palabra nueva HA NACIDO; se comenzó a anunciar una buena nueva que acontece cuando
el odio y la violencia dominan los pensamientos y los corazones.
Irse por otro camino supone
sanar la realidad que ha sido afectada por el mal estructural y hacer justicia
para que no vuelva a ocurrir.
Irse por otro camino exige revisar
nuestras maneras de relacionarnos, de hablar y tratar a los demás, de discernir
lo que vivimos, y preguntarnos las verdaderas opciones que nos mueven.
Irse por otro camino «no se
trata de pasar la página, sino de volver a leerla, pero esta vez juntos»; sin
absolutizar el poder y la riqueza, sin humillar al que piensa distinto (Lc
6,20-26); mirando con compasión (Lc 6,27-49) y rechazando toda forma de
violencia (Jn 18,36). Confiando en Dios, pero sin ser ingenuos (Lc 16,13).
Dejar la ira, la
desesperanza, la impiedad… y alentar la
justicia, la solidaridad y la reconciliación, será nuestra mejor ofrenda al que
ha nacido.
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