Cuando leemos las tentaciones de Jesús en el
desierto siempre pasamos por alto la figura del hombre que ha experimentado, vivido
y madurado en gran parte la historia de su vida sin negar que siempre ha sido
bajo la fuerza del Espíritu Santo. Hombre de la vida y Hombre del Espíritu están
conjugados en el desierto, que a su vez el desierto es experiencia de Dios, superación
del mal y proyección de la salvación.
Las tentaciones en el Lucas, están colocadas
inmediatamente después del bautismo – ya que el mismo nos inserta no solo en
Cristo sino también en el desierto de la vida para medirnos como hombre y
mujeres del espíritu- porque la humanidad de Jesús y el Espíritu que lo impulsa
al desierto no están separados de la historia.
La primera tentación de Jesús, pone a prueba su condición
de hombre caminante que ha conocido el valor del trabajo, del esfuerzo y el
sacrificio. Jesús sabe que lo hermoso que es tener el pan bien trabajo y pan
que se comparte con el necesitado, cuando se convierten piedras en pan
eso implica negarse al trabajo, al esfuerzo y el sacrificio, y por ende es corrupción
y mezquindad. Para evitar esta tentación también se tiene que alimentar el
interior del hombre con la palabra de Dios que nutre y fortalece. La palabra de
Dios unida al trabajo, al esfuerzo y el sacrificio hacen del ser humano un ser
integral.
La segunda tentación es muy sutil y peligrosa,
es dejar el servicio para asumir un mesianismo de poder y sometimiento sobre
los hombres, sobre la autoridad impuesta por la violencia. Jesús rechaza este
camino de mesianismo de poder y opta de manera radical por el servicio al
hombre, pero sobre todo al hombre pobre y empobrecido. El servicio siempre evitara
que el poder como posibilidad se convierta en ídolo, y el servicio será una
ofrenda de disposición para adorar el Dios de la vida.
La Tercera tentación, es hacer signos de espectáculos
para conquistar la fe y la obediencia en la vida de las personas. Esta tentación
es embaucar y ganar para la causa particular, con facilidad y sin esfuerzo de
experiencia y de compromiso un cambio que venga de Dios. Los espectáculos solo
entretienen y no comprometen y en eso debemos tener cuidado.
En definitiva Jesús nunca vivió y realizo su
misión con ventajas y privilegios, no tuvo ningún poder que llegara a manipular
la voluntad del hombre. El día a día de su vida siempre estuvo en fortalecer su
interior desde la palabra del padre, en adorar al Dios de la vida (entiéndase estar
dispuesto), y en dejar a Dios ser Dios (no vivir de providencia de espectáculo).
Que gran testimonio de hombre encontramos en
Jesús, en su condición humana, débil, carente de ventajas, fue siempre el hombre
del servicio, de la justicia y de la
vida para los demás, en una palabra el Hijo de Dios y ungido de Dios para los
hombres.
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