viernes, 14 de agosto de 2015

QUIEN ME COME VIVIRA GRACIAS A MI. – Jn 6,51-59


En el texto de Jn 6,51-59, Jesús prosigue el discurso sobre el pan de la vida donde el protagonista es el Padre; don que se otorga al hombre,  éste debe responder a través de la fe.  Adherido a Jesús el hombre posee una nueva calidad de vida definitiva, no es transitoria ni mucho menos negociada, es radical: renuncia, negación y conversión

Con el discurso del pan de vida y bebida de salvación, la fracción del pan de las primeras comunidades y que posteriormente será nuestras celebraciones eucarísticas, no son ningún simbolismo. Se destaca de esta manera que Dios toma el camino de los sentidos poniéndose al alcance de las mano y los labios dejando a un lado lo abstracto de una mera celebración cultual. Dios entra por el camino más natural del ser humano: los sentidos para sentirlo.

Jesús se presente como verdadera comida y verdadera bebida y, así se contrapone  al maná que fue solo para sustentar un momento de la vida del pueblo y esto produce escándalo, porque el tomar a Dios en la manos y llevarlo a nuestros labios y vivir en él  y para él es demasiado para un corazón ortodoxo. Dios atrae al hombre por la realidad más humana: hambre y sed. Dios es así desde que comenzamos a leer la historia desde Jesu-Cristo.

Cuando Jesús afirma que “dará su carne” – que no es una doctrina- para que el mundo tenga vida, está indicando que la humanidad carece de vida y por ende nosotros como seres humanos llevamos una vida que no es vida. Se cuestiona aquí el bienestar fácil e idolátrico

El discurso del pan y la bebida de la salvación, resaltan el acontecimiento salvífico, la salvación se desarrolla desde una comida,  para que luego pase hacer un anuncio y testimonio de vida de quien lo recibe, en la que se prolongará  la encarnación, la muerte y la resurrección. Todo el anuncio - encarnación, la muerte y la resurrección- que surge como experiencia de una comida, se vuelva un compartir de vida y esperanza que viene de Dios. En una palabra el partirnos y repartirnos se torna en un sacrificio de reciprocidad de dones que son el preludio de la pascua eterna.

 En los evangelios la vida siempre estará vinculada con Dios, porque él es el autor de la vida; quien este en sintonía con Dios es poder gozar la vida y certeza de que se tendrá vida después de la muerte.

 En rigor, el cordero pascual (Ex. 12,1-14) el maná (Núm. 14,21-23) y el Sinaí llegan a su fin en la persona de Jesús. Ante la sangre de Jesús en la cruz, la muerte pasa de largo; Jesús como pan y bebida es para siempre; en todo el ser y hacer de Jesús se escribe una nueva ley no de piedra sino de carne y vida. Todo disponible para el ser humano.

¡Hasta pronto amigos y amigas online!

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EL RUIDO DE LA PALABRA

Toda reflexión es producto de la sonoridad de la palabra