Es muy importante para nosotros, el conoce lo que es la fe. La Iglesia nos invita
a celebrar este año el año de la fe, que es un tiempo propicio, para renovar
todo lo que lo que es nuestro seguimiento y nuestra fe en Jesús nuestro
Salvador.
La fe, para nosotros los
cristianos en especialmente tiene que ser de gran importancia, porque es la que
nos permite continuar en este peregrinar. Corremos el riesgo, de muchas veces
actuar como fariseos, grupo que tanto Jesús crítica. Como veremos más adelante
el apóstol Santiago nos invita, al vivir nuestra fe desde las obras, de nada
sirve decir que tengo fe cuando en realidad mis obras muestran otras cosas.
Nuestra fe siempre tiene que ir de la mano con las obras, si yo digo que tengo
fe y no lo demuestro, soy un mentiroso. Es por eso, que la fe tiene que estar
cimentada en unas bases fuertes, donde a pesar de la tormenta y de las adversidades
que tiene esta vida, ella siempre permanezca y de frutos de una verdadera vida
en Jesús
Santiago. (2, 14 – 26)
14. ¿De qué
sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso
podrá salvarle la fe? 15. Si un hermano
o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, 16. y alguno
de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo
necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? 17. Así
también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. 18. Y al
contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame
tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe. 19. ¿Tú crees
que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. 20. ¿Quieres
saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? 21. Abraham
nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su
hijo Isaac sobre el altar? 22. ¿Ves cómo
la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? 23. Y alcanzó
pleno cumplimiento la Escritura que dice: Creyó Abraham en Dios y fue llamado amigo de Dios.» 24. Ya veis
cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. 25. Del mismo
modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje
a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino? 26. Porque
así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está
muerta.
La fe y las obras según Santiago.
Antes de comenzar a hablar lo que es la fe en la carta
de Santiago, veo importante conocer otras nociones de fe. San Pablo ve en la fe
la actitud del hombre, que recibe de Dios por Cristo la gracia de la
justificación, (Rom 3,22-31). Según el IV evangelio, el creyente posee ya desde
ahora la «vida eterna», es decir, participa por Cristo en la vida misma de Dios,
(Jn 3,16. 36). En plena conformidad con la teología paulina y joanica,
el Concilio de Trento presenta la fe como la dimensión fundamental de la vida
cristiana, Sess. III, cap. 8 (DS
1532). Esta importante primordial de la fe nos obliga a
preguntarnos ante todo qué es la fe en sí
misma.
El Concilio Vaticano II ha formulado el concepto de fe
que pudiera sorprender por su novedad, aunque en realidad es tan sólo una
explicación de la doctrina del Vaticano I: “A Dios que revela, se le debe
prestar la obediencia de la fe, en la cual el hombre todo se confía libremente
a Dios, haciéndole el pleno homenaje de su entendimiento y voluntad, y
asintiendo libremente a la revelación…” “el hombre debe responder a Dios por la
fe… El acto de fe es por su misma naturaleza voluntario, pues el hombre…,
llamado por Cristo a la filiación adoptiva, no puede adherirse a Dios que
revela, a menos que, atraído por el Padre, rinda a Dios homenaje racional y
libre de la fe”. El acto de fe proviene, según el
Concilio, de todo el dinamismo espiritual del hombre, de su entendimiento y de
su voluntad; incluye el asentimiento al contenido de la revelación, la
obediencia a la palabra divina y la confianza en Dios, que nos salva por
Cristo. Por la fe se entrega el hombre a la gracia de Dios y entra en comunión
de vida con Él.
Este concepto del Concilio Vaticano II
coincide con la noción bíblica de fe. En el AT, el acto de fe es descrito con
la fórmula “apoyarse en Dios” Gn
15,6 (“creer a Dios”), que expresa la entrega del
hombre a la palabra salvadora de Dios. Creyendo
a Dios, se confío Abrahán a la divina promesa, plenamente persuadido de su
cumplimiento (Gn 15,1-6; 16,1; Rom 4,20). Israel surgió como pueblo con la fe
de Yahvé, el Dios de la Alianza, a saber, con la experiencia de su potencia
salvífica, la aceptación de su soberanía y la entrega de su protección (Ex
4,1-31; 14,10-18; Nm 1,4-41). La doctrina monoteísta fue el resultad si o de la
experiencia religiosa de Israel, en cuya historia se había revelado Yahvé como
el único Salvador: solamente Yahvé es
Dios, porque solamente él salva. La Iglesia nació con la fe en el evento
salvífico de la Muerte y la Resurrección de Jesús (Hch 2,14-36). Las más
antiguas fórmulas de fe cristiana proclamaban a Jesús como «Señor» (Flp 2,11;
1Co 12,3; Rom 10,9).
Por otro lado, tenemos que la fe
no se puede oler, ni oír, ni ver, mi papar, ni tiene sabor; la fe se ve por las
obras que la que la acompaña.
La gente tergiversa el
significado de la palabra tales como arrepentimiento y arrepentirse, hasta el
punto de convertirlas en una palabra sin significado. Llega a creer que
arrepentirse es el hecho de pronunciar la frase: "yo me arrepiento",
como si tal frase tuviera alguna facultad en sí misma, igual que él
"sésamo ábrete" o el "abracadabra" del cuento.
Lo mismo ha pasado con la palabra
"fe". Para muchos tener fe significa simplemente "creer".
En ese caso, en el mundo todos tienen fe. Hay quien cree que cuatro más cinco
son nueve; otros creen en que la tierra es redonda; otros tienen fe en que
mañana también va a salir el sol, etc. Es más, como dice el mismo Santiago, los
demonios creen en Dios. ¿Es solamente eso lo que se llama tener fe?
Hay incluso quienes a la más
necia autogestión, le llaman fe. Hay quien cree ser un héroe de la fe, porque
se sienta en su casa a echarse fresco a la vez que "cree con fuerza".
Decir que uno cree, que uno tiene fe, o que uno está arrepentido, es tan
sencillo como decir lo contrario. Hablar no paga impuestos. ¿Cómo saber entonces y entre los muchos
palabreros quien es el que de verdad tiene fe? Ya parte eso es lo que nos viene
enseñando Santiago en 2, 14 – 26. En forma resumida puedo decir que lo que
Santiago declara es que cuando alguien dice tener fe, y a esa fe no le
acompañan las obras que provoca una verdadera fe, el que tal fe proclama tener
es un mentiroso. Ésa actitud mental de Santiago con cuerda con lo dicho por el
Señor "... por sus frutos los conocerán..."
En el versículo 14, se nos dice
¿acaso esa fe (muerta) podrá salvarlos?, la única respuesta a esta pregunta es
"no". Si la fe no es más que una creencia, el que pretende poseerla
puede decir que cree, pero esa afirmación no basta para demostrar que se trata
de una verdadera fe.
El autor presenta un caso que
muestra la inutilidad de la fe sin obras. Si uno despide la persona indigente
con buenas palabras, sin brindarle la ayuda necesaria, no hace nada para
librarse del juicio divino y para obtener la salvación. En 1,19, Santiago
estableció una conexión entre el escuchar y el actual; ahora hace lo mismo con
el hablar y el actual. Las palabras amables bien intencionadas y piadosa son
suficiente (e incluso contraproducente) cuando se sufre hambre y frío. El
hambriento no se sacia con palabras, ni el que tiene frío recibe de ellas
calor. De ahí la conclusión: la fe sola es lo mismo que un cadáver.
En los versículos 18-19, el autor
pone frente a sí a un interlocutor imaginario. Está introducción de un
adversario potencial mediante el pronombre indefinido “alguien” es un
procedimiento literario propio de la diatriba. Presunto adversario establece
una antítesis puramente teórica (tú tienes fe y yo tengo obras) con la sola
finalidad de permitir que Santiago exponga su propia refutación. La expresión
"y yo tengo obra" (contrapuesta al tiene fe) no designan un hecho
real, y ni siquiera una posibilidad concreta, ya que no existe sentido en el
contexto de la carta hablar de obra sin fe. La respuesta a esta objeción no se
hace esperar: muéstrame esa fe sin obras y yo te mostraré la fe con mis obras (v.
18).
En el versículo 24 (el hombre es
justificado por las obras y no sólo por la fe) presupone una concepción de las
obras y de la fe distinta de la de Pablo. Las obras no son las obras de la ley,
sino acciones que pertenecen a la fe y brotan de ella. Esta fe, a diferencia de
Pablo no abarca toda la existencia cristiana, sino que se refiere al
reconocimiento del único Dios, que Santiago compara irónicamente con lo que
creen los demonios (2.19). Éste reconocimiento no se traduce en una práctica
consecuente, y por eso deben completarse la fe y las obras. Sin las obras, la
fe es una cosa muerta.
Las obras, según Santiago, están
subordinadas a la fe. la justificación se realiza únicamente cuando, a partir
de la fe en el único Dios, se realizan las obras que acreditan la autenticidad
de la fe. Esta construcción, a pesar de emplear un lenguaje diverso, no está
lejos de la concepción Paulina. En todo caso, Santiago 2,24 se dirige contra un
paulinismo que no es fiel al pensamiento del apóstol.
Como es lógico, Santiago no tiene
nada que objetar contra una fe que confiese, por ejemplo, la unicidad de Dios.
Si alguien cree que existe un solo Dios, hace bien (v. 19). Pero lo que viene a
continuación revela la insuficiencia de desastre incluso ironiza sobre ella,
porque una fe sin incidencia en la vida no establece una diferencia entre los
hombres y los demonios los demonios también creen y sin embargo tiemblan.
El ejemplo Abraham le sirve a
Santiago para confiar su enseñanza. El autor se suma así a la tradición y
exegética judía, que ve en Abraham no sólo el justo y obediente por antonomasia
sino también el modelo de fe.
En los capítulos dos y tres Santiago contesta a la pregunta
"¿Cómo podemos reconocer la fe? ¿Cómo se hace visible? ¿Cómo podemos
darnos cuenta de si nosotros mismos o si otras personas tienen fe? Y sugiere
tres cosas que nos explican lo que es la fe: en primer lugar, no debe de haber
parcialidad ni prejuicios. Si un hombre tiene prejuicios contra otro, por causa
del color de su piel o por su dinero, tratándole como si no fuese nadie
sencillamente por no ser rico o por no tener el color de piel indicado,
evidentemente no tiene fe, nos dice Santiago. Si viene un hombre pobre a la
iglesia y le dices: "Vaya y siéntese usted ahí, en ese rincón, pero te
inclinas ante el rico y le llevas al primer banco, asegurándote de que esté
cómodo, y le entregas un himnario indicándole el himno que se está cantando,
interesándote por él, nos dice: "no relaciones eso con la fe en Jesucristo
porque una actitud elimina la otra y no se puede manifestar la fe de esa
manera. La fe destruye los prejuicios.
La fe se
hace visible por los hechos mismos de misericordia. Santiago era eminentemente
práctico. Imaginemos que apareciese alguien a la puerta, diciéndonos "no
tengo nada de comer y en casa estamos pasando hambre. Y le dices: "está
bien, hermano, siento lo que está usted pasando. Oremos juntos. Y orases por él
diciendo: "Vaya en paz, hermano, el Señor le resolverá el problema.
Santiago nos dice: "¡Serías un hipócrita! y no tendrías fe ni mucho menos.
Si tu fe no te lleva a compartir con tu hermano que se encuentra muy
necesitado, hay algo que está terriblemente mal en tu actitud. No tienes fe
porque la fe de Jesucristo, significa que tienes, de hecho, la vida del Señor
Jesús. ¿Te imaginas al Señor tratando de ese modo a una persona necesitada? El
Señor hubiese dado su misma capa, hubiera hecho cualquier cosa por cubrir la
falta y la necesidad de esa persona. ¿Puede, por lo tanto, la compasión
cristiana endurecer tu corazón ante las necesidades de los que nos rodean, ya
sea a nivel emocional o físico? De modo que si quieres que tu fe se vea y sea
reconocida, debe manifestarlo por medio de las obras. Es por esto por lo que el
Señor Jesús dijo que a la hora del juicio diría: "Porque tuve hambre, y
sed y estuve en la cárcel, necesitado y no hiciste nada por mí. (Mat. 25:42,
43)
Por otro lado, podemos decir que vivir la fe en tiempos
de crisis y como compañera de vida es entonces ser conscientes de que allí
donde estoy, la Iglesia se hace presente y se hace presente a través de mi
palabra, de mis obras y de mi ser, en otras palabras se hace presente en mi ser
Cristiano, en mi ser en Cristo, desde la praxis de Jesús que se consolidad en
mi ser un sujeto libre y responsable, en mi ser un cristiano audaz y atrevido.
Esta fragilidad de mi ser hombre, me permite llevar a Dios a otros frágiles y
vulnerables, presentándoles a un Cristo como revelación de ese Dios que se hace
uno con nosotros desde el don de la fe, un Dios que no se impone, sino que
desde la solidaridad, asume nuestra fragilidad y vulnerabilidad y la
transforma en fortaleza y confianza, en
fe como compañera de vida. Y por eso
somos cristianos, porque Él con su gracia nos llama y nos capacita.
Conclusión
La que nos permite tener
ese encuentro más íntimo con Dios, confiando en él y en su palabra. La fe es la
que no va a permitir que nosotros pongamos toda nuestra confianza en el que yo
en lo que creemos, de igual forma no impulsa abandonarnos completamente en la
mano de Dios.
Por otro lado, tenemos conciencia de
que la fe católica está pasando por una situación muy desfavorable. La fe es un
regalo que se nos da, se trata de un momento muy especial un llamado de nuestra
propia conciencia que nos invita a creer y abandonarnos en las manos de aquel
que no formó, y que sabemos que no nos va a dejar solos. Sólo la fe nos puede
llevar a creer que es necesario pasar por el dolor, la renuncia, el
sufrimiento, la muerte, para pasar luego a la vida, al gozo y en la
resurrección; de otra manera no tendrían sentido eso que llamamos fe.
Es el momento de ponernos ante Dios,
y ante nuestro prójimo, empezando por los más próximos y ante nosotros mismos,
para hacer la revisión de nuestra vida. Es necesario que con nuestra fe, se
demuestre que creemos en Dios y en su Hijo amado, y que con el espíritu Santo
nos impulsa para que nuestra fe produzca frutos, para qué no se nos diga cómo
dice Santiago "muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré mi fe a través
de las obras". Nuestra fe tiene que ser una fe viva y no muerta, una fe
que esté unida a las obras.
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