domingo, 8 de agosto de 2010

Donde está tu tesoro, allí está tu corazón.

LEE TEXTO DE LC.12,32-48

REFLEXION.

Jesús contrapone dos tipos de riquezas: 1a) consiste en acumular más y más buscando seguridad, porque el acumular siempre lo que genera es incertidumbre. Esta primera riqueza lleva al agobio, la avaricia, rivalidad, etc. 2a) La otra riqueza consiste en darse y compartir. Dar y ayudar es sentir que no se pierde se gana fe y confianza en Dios.

Definitivamente, no se puede decir que se cree en Dios con sentimiento de acumular y poseer riquezas.

Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. Es importante saber elegir bien de lo contrario viviremos a la deriva; sin la esperanza no se sabe dónde poner el corazón. La vida no está hecha para ser vivida con situaciones erráticas, buscar creencias de reemplazos o tesoros de suplencias.

Jesús hace insistencia en las actitudes básica que deben tener sus discípulos (es decir nosotros): vivir vigilantes, despiertos y preparados. El estar vigilantes (no lo confundan con estados de tensión) exige que aprendamos a vivir con nuestra propia conciencia, sin necesidad de tutelas protectoras que nos llevan a prolongados infantilismo, cada uno de nosotros tenemos los dones que Dios nos otorgó para vivir libre y conscientemente.

Ahora bien ¿qué significa estar vigilantes? No es una expectación tipo amenaza parecida al 2012, el estar vigilantes se refiere a un estilo de vida que genere esperanza, trabajo con ilusión, proyectos, etc. Estar vigilantes significa vivir nuestras horas con gozo, servicio, responsabilidad, fidelidad, discernimiento, etc.

Quien aprende a vivir en la actitud vigilante que exige el evangelio se evita el riesgo de caer en una vida superficial, mecánica, rutinaria y masificada. Solo desde la vigilancia evangélica nuestros proyectos e ideales no se reducen ni se empobrecen.

Por tanto nuestra identidad como cristianos no se puede vivir como una tradición familiar, una etiqueta sociológica. Ser cristianos vigilantes es dar fuerzas para humanizar, hondura a la esperanza (es decir que cale la esperanza) y evitar actitudes de increencias por posturas de otros. La llamada a la vigilancia es evitar el descuido a la fe. AMEN.

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EL RUIDO DE LA PALABRA

Toda reflexión es producto de la sonoridad de la palabra