domingo, 11 de diciembre de 2016

TERECER DOMINGO DE ADVIENTO Mt. 11,2-11

El texto de Mateo 11,2-11 presenta dos partes.
La primera es la respuesta de Jesús a la pregunta de Juan Bautista. Jesús no responde a la pregunta con palabras sino que remite a sus acciones que son signos del Reino de Dios y oráculos proféticos hechos realidad que revelan al Mesías (Ungido). Las obras de Jesús no son gestos de un justiciero sino obras de un servicio que cura, sana y libera la vida. El gesto de curar, sanar y liberar lo convierten en un hombre apasionado por la vida, Dios es así también, lo que es el Hijo lo es el Padre. Los gestos de liberación son los que vienen cargados de ternura y ofrecen un horizonte nuevo a las personas.

La respuesta es tremendamente orientadora aunque no todos estén de acuerdos con las obras de Jesús ya que se habían hecho un mesías a la medida. La proclamación  y obras de Jesús rompen los esquemas interpretativos del Mesías, de ahí se entiende porque Jesús dice “dicho el que no se escandalice de mí” Hay personas que se han hecho un Dios a su imagen  y por nada del mundo van más allá, están incapacitados en poder dar un perdón sin límite, comprender en la debilidad, consolar en la mediocridad, dar ternura en dureza de la vida y ofrecer esperanza en la oscuridad. Todos esto por no lo han recibido del Dios verdadero que se ofrece en Jesús y se derrama en el Espíritu Santo.

La segunda parte que es la declaración de Jesús sobre Juan consta de tres preguntas y con ellas llega a afirmar que Juan Bautista no es un predicador oportunista y un hombre que vive del lujo, es un profeta que se asemeja a el profeta Elías y recibe el nombre de mensajero (Ángel).  La grandeza de Juan no está en el vigor de su carácter o su forma de vida sino en la respuesta a su vida y su compromiso por el mañana en la esperanza del Mesías. Es un hombre que no deja caer al piso la esperanza de su pueblo, pero aun así el más grande es el sencillo, el pobre, el abatido etc… que lleva sobre sus espaldas una vida de esperanza en ciernes. 

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EL RUIDO DE LA PALABRA

Toda reflexión es producto de la sonoridad de la palabra