El evangelio abre con la afirmación
de Jesús “Yo soy el pan que ha bajado del cielo” y termina agregando la misma
frase con una pequeña variante que dice es él es el pan VIVO.
Después de haber repartido
el pan Jesús se revela como el pan de vida, la reacción de los oyentes fue
negativa, nada favorable, pero no se atreven a hablar en voz alta solo a
MURMURRAR tal como hizo el pueblo de Israel en Ex 15,17. La murmuración es la
defensa a ultranza de esquemas viejos y caducos, es la no aceptación de la
novedad del Espíritu Santo, es falta de FE que se traduce en incredulidad. La murmuración
es definitiva la expresión de anti fraternidad.
“Los
judíos comenzaron a murmurar de él”. El evangelista dice que
quienes murmurar, no es el pueblo, sino los Judíos que representan los
dirigentes y sus seguidores. El argumento que esgrimen es que conocen la
humanidad de Jesús y que solo tienen como referencia al justo José; por tanto para
ellos Jesús es incompatible con la calidad divina que implica su pretensión.
…“nadie
puede acercarse a mi si el Padre, que me envió, no se lo concede; y yo lo resucitare
el ultimo día.” Jesús precisa que el camino de sus discípulos es
GRACIA DE DIOS, es decir que la iniciativa es de Dios según como esté dispuesta
la vida de aquel que la recibe: El resultado final del seguimiento a Jesús como
gracia de Dios es la vida eterna.
“…Todo
el que escucha al Padre y recibe su enseñanza me acepta a mí”. Cuando se
sigue a Cristo es necesario aceptar ser enseñado para hacer realidad las
palabras de Is. 54,13 (Todos serán discípulos de Dios).
“…el
que cree en mi tiene vida eterna”. La vida eterna que ofrece Jesús no es para
después es desde ahora mismo, creer es saber vivir la vida la eterna aquí, es
decir vida de profundidad ética y moral, vida que no la destruye ni los
problemas, ni la enfermedad, ni la muerte. Vida que está unida a Dios y que la
muerte no pone fin a esa vida como ocurrió a los atravesaron el desierto a la
tierra prometida.
La fe no es algo natural es
un don inmerecido que recibimos de Dios, por tanto solo Dios puede alimentar
sostener lo que da como Don suyo. La fe necesita ser alimentada, no por
estudios, cumplimientos de preceptos etc., sino por el mismo Jesús. Nuestra
vida alimentada en Cristo es participación en la vida misma de Dios.
“No
sigas murmurando”… Más que llenar la vida de críticas amargas, hemos
de abrirnos a la acción del Padre, y el creer nos exige enfrentarnos a la vida
con sinceridad total reconociendo soy un pecador, y dejarse llevar por la mano
amorosa de Dios que hace camino en nuestra vida.
La incredulidad unida a la murmuración
es una tentación que siempre vamos a tener presente en la vidas, y que empieza a
echar raíces desde el momento en que hacemos nuestras existencias de espalda a la existencia
de Dios. Cada vez que se pierde la capacidad de escuchar a Dios en los hermanos,
dejamos de ser discípulos de Dios. Si dejamos de escuchar el llamado de Dios, el egoísmo
y la autosuficiencia, el miedo y la satisfacción personal de los deseos propios,
nos alejara de la presencia del Padre.
La autenticidad de la vida presente
esta cuando todos los días dice a Jesús: aquí estoy Señor con hambre y sed de
vida, dame de tu pan para no tener hambre y dame tu sangre para no tener sed.
No hay comentarios:
Publicar un comentario