sábado, 11 de agosto de 2018

COMO SE ATREVE A DECIR QUE HA BAJADO DEL CIELO (Jn. 6,41-51)


El evangelio abre con la afirmación de Jesús “Yo soy el pan que ha bajado del cielo” y termina agregando la misma frase con una pequeña variante que dice es él es el pan VIVO.

Después de haber repartido el pan Jesús se revela como el pan de vida, la reacción de los oyentes fue negativa, nada favorable, pero no se atreven a hablar en voz alta solo a MURMURRAR tal como hizo el pueblo de Israel en Ex 15,17. La murmuración es la defensa a ultranza de esquemas viejos y caducos, es la no aceptación de la novedad del Espíritu Santo, es falta de FE que se traduce en incredulidad. La murmuración es definitiva la expresión de anti fraternidad.

“Los judíos comenzaron a murmurar de él”. El evangelista dice que quienes murmurar, no es el pueblo, sino los Judíos que representan los dirigentes y sus seguidores. El argumento que esgrimen es que conocen la humanidad de Jesús y que solo tienen como referencia al justo José; por tanto para ellos Jesús es incompatible con la calidad divina que implica su pretensión.

…“nadie puede acercarse a mi si el Padre, que me envió, no se lo concede; y yo lo resucitare el ultimo día.” Jesús precisa que el camino de sus discípulos es GRACIA DE DIOS, es decir que la iniciativa es de Dios según como esté dispuesta la vida de aquel que la recibe: El resultado final del seguimiento a Jesús como gracia de Dios es la vida eterna.

“…Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza me acepta a mí”. Cuando se sigue a Cristo es necesario aceptar ser enseñado para hacer realidad las palabras de Is. 54,13 (Todos serán discípulos de Dios).

“…el que cree en mi tiene vida eterna”. La vida eterna que ofrece Jesús no es para después es desde ahora mismo, creer es saber vivir la vida la eterna aquí, es decir vida de profundidad ética y moral, vida que no la destruye ni los problemas, ni la enfermedad, ni la muerte. Vida que está unida a Dios y que la muerte no pone fin a esa vida como ocurrió a los atravesaron el desierto a la tierra prometida.

La fe no es algo natural es un don inmerecido que recibimos de Dios, por tanto solo Dios puede alimentar sostener lo que da como Don suyo. La fe necesita ser alimentada, no por estudios, cumplimientos de preceptos etc., sino por el mismo Jesús. Nuestra vida alimentada en Cristo es participación en la vida misma de Dios.

“No sigas murmurando”… Más que llenar la vida de críticas amargas, hemos de abrirnos a la acción del Padre, y el creer nos exige enfrentarnos a la vida con sinceridad total reconociendo soy un pecador, y dejarse llevar por la mano amorosa de Dios que hace camino en nuestra vida.

La incredulidad unida a la murmuración es una tentación que siempre vamos a tener presente en la vidas, y que empieza a echar raíces desde el momento en que hacemos nuestras existencias de espalda a la existencia de Dios. Cada vez que se pierde la capacidad de escuchar a Dios en los hermanos, dejamos de ser discípulos de Dios. Si dejamos de escuchar el llamado de Dios, el egoísmo y la autosuficiencia, el miedo y la satisfacción personal de los deseos propios, nos alejara de la presencia del Padre.

La autenticidad de la vida presente esta cuando todos los días dice a Jesús: aquí estoy Señor con hambre y sed de vida, dame de tu pan para no tener hambre y dame tu sangre para no tener sed.





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