Hoy
la figura que más resalta es Juan Bautista quien fue una figura importante y carismática
para pueblo, incluso el historiador Flavio Josefo le dedica más atención que ha
Jesús. El centro de su mensaje es la CONVERSION porque está cerca el Reino de
Dios, este llamado atrajo a las multitudes de todos los estratos sociales y tendencias
político-religioso.
La
conversión es cambio de vida, no es solo cambio de ideas o cambios
superficiales, la conversión afecta todo el ser de las personas en la forma de
vivir, obrar y volverse hacia Dios. Cuando se encarna la conversión esta se
manifiesta en frutos de vida que vencen al pecado y se expresa en la
justicia y la práctica del bien.
La
forma de vida que Juan Bautista lleva lo pone al margen de todo estilo de vida
sea religioso, social o político. Juan aparece en el desierto y no en el
templo. Las palabras de Juan, además del llamado a la conversión, proclama la condición
mesiánica de Jesús quien trae el fuego del Espíritu tal como lo había anunciado
el profeta Isaías 9,2; 11,2).
Dos
signos están presente que son el viento y el fuego, anuncia Juan Bautista que
el mesías acerca a la humanidad a Dios, no signos de castigo. El viento que es
el soplo de Dios que da vida y separa lo bueno de lo malo. El fuego signo de la
justicia purifica lo que no tiene consistencia es decir el mal. Estos dos símbolos
aparecen en pentecostés (Hch 2,1-4), son signos de la presencia salvadora de
Dios. Cuando estos dos elementos se unen son implacables, así es Dios.
En el llamado que hace Juan Bautista no hay privilegios
ni si quiera por ser Hijos de Abraham, no es la raza lo que cuenta, ni la
pertenencia institucional.
Preparemos
los caminos de Dios, quitemos los obstáculos que impiden su llegada a tu vida y
para esto debes: 1) escuchar su voz, 2) ser profeta, 3) dejar que su espíritu sople
en ti y su fuego queme el pecado.
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