Jesús hace una llamada radical
por él a cargar con la cruz y renunciar a todo, de otro modo no se puede ser discípulo.
Dejar a padre, madre, hermanos… Cuando Jesús
invita hacer una opción radical por encima de la familia está indicando que los
valores del Reino están por encima de todo vínculo de sangre o apellido. La opción
por Jesús es el único absoluto del discípulo: ni padre, madre, ni hermanos y
hermanas, ni la propia vida es lo fundamental. Vamos explicar un poco esta radicalidad
porque puede ser interpretada de una manera fanática en la pierde fuerza el
evangelio y reducido a un mero interés personal.
Cuando el discípulo o el
cristiano ve su vida a la luz de los valores del Reino de Dios que son vida en
Jesús, las otra realidades adquieren su verdadera dimensión y entiende su
origen y como tienen que ser vividas; es decir la paternidad, la maternidad
nacen en Dios porque Dios es padre y madre; la hermandad y amistad son de Dios
porque Dios es hermano y amigo, la vida no es sostenimiento propio ya que viene
de Dios, es mejor tomar de la fuente que buscar el agua de la vida río abajo.
Cargar la cruz. Cuando se olvida
es un sacrificio la vida misma se diluye y pierde su fuerza, quien no esté
dispuesto aceptar el fracaso a los ojos de los hombres y enfrentar los
conflictos no puede asumir el camino de Jesús que es una puerta angosta. Tarde
o temprano a todos no toca sufrir sea una enfermedad, un accidente, la muerte
de un ser querido… ¿Qué hacer? La actitud del creyente es diferente, sin buscar
dar explicaciones artificiosas pensando que es una prueba, un castigo, una
purificación que Dios envía. Dios no es sádico que se alegra al vernos sufrir.
El sufrimiento es malo por eso debemos de combatirlo convirtiéndolo en la experiencia más realista y honda para
vivir la confianza en Dios padre, en el hijo y con el Espíritu Santa. Llevar la
cruz de manera trinitaria, es abrirse a la confianza de un padre que ama, del
hijo que nos redime y del Espíritu que nos fortalece en el momento de cargar la
cruz.
Renunciar a sí mismo. El seguimiento a
Jesús como cristianos no puede depender de un impulso fácil, de un entusiasmo
superficial o de una corazonada. En la
vida tenemos que saber presupuestar con que contamos para construir y evaluar
que se tiene para combatir; para construir una nueva vida hemos de reflexionar
sobre las decisiones que hay que tomar
en cada momento.
Jesús invita pero no obliga,
solo ofrece.
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