domingo, 4 de septiembre de 2016

EL QUE NO RENUNCIE A TODO LO QUE TIENE NO PUEDE SER MI DISCIPULO Lc. 14,25-35


Jesús hace una llamada radical por él a cargar con la cruz y renunciar a todo, de otro modo no se puede ser discípulo.
Dejar a padre, madre, hermanos… Cuando Jesús invita hacer una opción radical por encima de la familia está indicando que los valores del Reino están por encima de todo vínculo de sangre o apellido. La opción por Jesús es el único absoluto del discípulo: ni padre, madre, ni hermanos y hermanas, ni la propia vida es lo fundamental. Vamos explicar un poco esta radicalidad porque puede ser interpretada de una manera fanática en la pierde fuerza el evangelio y reducido a un mero interés personal.
Cuando el discípulo o el cristiano ve su vida a la luz de los valores del Reino de Dios que son vida en Jesús, las otra realidades adquieren su verdadera dimensión y entiende su origen y como tienen que ser vividas; es decir la paternidad, la maternidad nacen en Dios porque Dios es padre y madre; la hermandad y amistad son de Dios porque Dios es hermano y amigo, la vida no es sostenimiento propio ya que viene de Dios, es mejor tomar de la fuente que buscar el agua de la vida río abajo.
Cargar la cruz. Cuando se olvida es un sacrificio la vida misma se diluye y pierde su fuerza, quien no esté dispuesto aceptar el fracaso a los ojos de los hombres y enfrentar los conflictos no puede asumir el camino de Jesús que es una puerta angosta. Tarde o temprano a todos no toca sufrir sea una enfermedad, un accidente, la muerte de un ser querido… ¿Qué hacer? La actitud del creyente es diferente, sin buscar dar explicaciones artificiosas pensando que es una prueba, un castigo, una purificación que Dios envía. Dios no es sádico que se alegra al vernos sufrir. El sufrimiento es malo por eso debemos de combatirlo convirtiéndolo  en la experiencia más realista y honda para vivir la confianza en Dios padre, en el hijo y con el Espíritu Santa. Llevar la cruz de manera trinitaria, es abrirse a la confianza de un padre que ama, del hijo que nos redime y del Espíritu que nos fortalece en el momento de cargar la cruz.
Renunciar a sí mismo. El seguimiento a Jesús como cristianos no puede depender de un impulso fácil, de un entusiasmo superficial  o de una corazonada. En la vida tenemos que saber presupuestar con que contamos para construir y evaluar que se tiene para combatir; para construir una nueva vida hemos de reflexionar sobre las decisiones  que hay que tomar en cada momento.
Jesús invita pero no obliga, solo ofrece.

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EL RUIDO DE LA PALABRA

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