Jesús tiene una visión muy
clara sobre el dinero, porque Dios no puede reinar en quien vive dominado el dinero.
En la vida podemos comenzar a
tener dos tipos de riquezas:
La primera consiste en
acumular riquezas que llevan a la avaricia, agobio y tensión. La segunda consiste
en darse y compartir, la vida se va vaciando de preocupaciones y se va llenando
de fe y confianza. El texto de Lc. 12,32-48 deja claro que con agobios, tensión
y avaricia no se puede vivir la presencia del Reino de Dios, ni se puede asumir
la tarea de proclamarlo.
Hoy no sabemos dónde poner el
corazón y se está viviendo mucho de creencias
de reemplazos y de tesoros de suplencias. Jesús con las parábolas que presenta
a sus discípulos insiste en vivir
vigilantes, despiertos y preparados. Y estas tienen que ser las actitudes
de una comunidad creyente, evitando así dejar para un futuro imposible lo que
es importante y definitivo para el ahora.
Las actitudes
de vigilantes, despiertos y preparados nos indican que en cada hora
no dejamos de nacer, madurar y desarrollarnos por tanto el juicio de Dios no
llega para el final de los tiempos, se da en el interior de cada día ya que el
ser humano es juzgado desde el interior según la fidelidad de su conciencia.
Una persona que nace, madura y se desarrolla con la vida todos los días no
necesita que otros juzguen la rectitud de sus actos, ni menos que le hablen de
castigos y amenazas para hacer lo debe hacer.
Las actitudes
de vigilantes, despiertos y preparados es vivir con nuestra propia conciencia
sin necesidad de tutelas protectoras que solo nos mantienen en infantilismos. Dios
nos otorgó a cada uno cualidades donde cada quien responderá por lo recibido y
por tanto nadie puede ocupar ni hacer las cosas que le corresponden hacer.
Vigilantes,
despiertos y preparados es estar siempre con las ganas de vivir más y mejor,
de ahondar en el sentido de lo que hacemos y sentirnos más útiles en la
comunidad familiar, laboral, social y política.
En la parábolas surge la
figura del administrador es el que está al servicio de los demás para que no
falte nada a nadie. Según la parábola el administrador está encargado de la
mesa y de la despensa. La responsabilidad va unida con los dones recibidos.
Servicio y responsabilidad están unidos como expresión del evangelio.
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