domingo, 26 de junio de 2016

TE SEGUIRE Lc. 9,51-62


La intolerancia y el fanatismo no son actitudes con las que se construye el Reino de Dios, comienzo con esta afirmación porque en el texto Judíos y Samaritanos se odiaban ya fuera por razones históricas y religiosas (el templo de Jerusalén Vs el monte Garizin). Toda intolerancia es violencia y tiende siempre a destruir al que se considera el enemigo.

Por otra parte filtrar el mensaje de Jesús según las conveniencias de cada uno tampoco es compatible con el Reino de Dios, lo vemos en la afirmación y petición que hacen Santiago y Juan “quieres que hagamos bajar fuego del cielo”. Jesús no acepta ninguna forma de violencia; si algo quiso Jesús fue arrancar de las conciencias la imagen de un Dios violento, todos sus gestos, acciones y palabras dan a conocer un Dios Padre que no se impone nunca por la violencia. Acoger y recibir el Reino de Dios es eliminar toda forma de violencia entre los seres humanos.

Dos palabras FIRME DETERMINACION de Jesús y la URGENCIA que exige el seguimiento  dejan bien claro que seguirle ha de hacerse en la aceptación de la inseguridad  y renuncia de la tranquilidad. El seguimiento pide una ruptura total como disposición para anunciar el Reino de Dios y solo es posible con decisión firme y constante. 

En rigor, el cristiano, el sacerdote, el religioso consagrado y el laico comprometido que busca seguridades y se conforma con identificarse con una institución por muy sagrada que esta sea, se cierra a Jesús por que no puede entender ni gozar la novedad que conlleva el ser discípulo de Jesús. Lo decisivo de la vida cristiana es seguir a Jesús, y el seguimiento es sin reservas asumiendo las rupturas necesarias que se tengan que hacer.

Seguir a Jesús no ayuda ganar dinero o adquirir poder, es “vivir de camino” con la FIRME DETERMINACIÓN” de una vida autentica y real. 

El seguimiento de Jesús no busca promover grupos selectos, por eso seguir a Jesús implica caminar en contra corriente frente a las costumbres, modas, opiniones y doctrinas que no son acorde al espíritu del Evangelio. El discípulo cristiano no se deja domesticar por ninguna sociedad consumista, no apaga el don profético con el conformismo frente a la pobreza e injusticia. 

El seguimiento no se puede confundir con el ser creyente y pensar que eso es suficiente, se exige estar dispuestos (as) de asumir una vida crucificada.

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EL RUIDO DE LA PALABRA

Toda reflexión es producto de la sonoridad de la palabra