El encuentro con Jesús en las apariciones como
resucitado, ayudo muchísimo a que los discípulos entendieran mejor las
escrituras. Entender las escrituras desde la resurrección es comprender el proyecto de Dios en su hijo
Jesús, proyecto que no pasa por el poder y el triunfo humano.
En esta última aparición la orden es clara y
tajante de no iniciar nada sin antes haber sido revestidos con la fuerza del Espíritu.
Solo con el Espíritu Santo serán testigos no de un Mesías muerto y crucificado,
sino de un Mesías que es fuerza y sabiduría de Dios (1ª Cor 1,23-24).
La ascensión de Jesús es un misterio de fe, es
la confirmación de su vida en la que Dios quiere dar la salvación y una nueva
manera de ver a Dios.
Los discípulos tienen que vencer una tentación
ultima quedarse mirando al cielo de manera estéril, la misión es clara ser
testigos y anunciadores de la necesidad de volverse a Dios.
En la ascensión se nos invita a creer en el
futuro que se inicia en el presente, el cielo comienza en la tierra, por eso
nuestra mirada no está solo en el cielo debemos poner todo el empeño cambiar
esta tierra. Quien no hace nada por cambiar este mundo no cree en otro mejor.
Quien no hace nada por desterrar la
violencia, no cree en una sociedad fraterna. Quien no lucha con la injusticia,
no cree en un mundo más justo. Quien no trabaja por liberar al hombre del
sufrimiento, no cree en un mundo nuevo y feliz. Quien no hace nada por cambiar
esta tierra, no cree en el cielo.
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