sábado, 29 de agosto de 2015

Escuchen y Entiendan. Mc 7,1-23




Previamente tenemos que reconocer que Jesús  fue formado en las tradiciones de su familia y de su pueblo, creció en un ambiente de veneración y respeto hacia la ley (Torah) y las tradiciones (Misná). Su posición ante la ley y las tradiciones varia, porque en algún momento exige el cumplimiento de la Torah (cf. Mt. 5,18) y por otra subordina la ley y los profetas al mandamiento del amor (Mt. 22,40).
En situaciones anteriores Jesús solo se había dedicado a dar razón de sus actos y revelar su identidad en relación a Dios (Yo soy el pan de vida, Yo soy el buen pastor…), ahora en el texto que estamos reflexionando, se pasa de la justificación al “ataque” directo con la denuncia pública de aquellos que detentan el poder ideológico y religioso. Todo se inicia por la protesta de los Fariseos  y los interpretes de la Ley por no seguir los discípulos “la tradición de los ancianos” que era el medio por el cual se puede acceder a Dios. Esta posición pone en evidencia que:
  • Pretender ser Dios, cuando en realidad sólo es cosa de los hombres.
  • Al dar más importancia al culto y las interpretaciones alejan de la auténtica conversión.
  • Se anteponen las necesidades económicas del templo a las necesidades del ser humano y al mandamiento de Dios.
  • Y des-responsabiliza de la protección de la vida amenazada.

    Un culto como lo presentan los Fariseos y los maestros de la ley es inútil, porque es más fácil lavarse las manos que responder de manera comprometida al amor. Los que son los guardianes de la ley ocultan el verdadero rostro de Dios por aferrarse a la tradición, han convertido la ley, que estaba para dar justicia, en instrumento de opresión a la libertad y por último han destruido los fundamentos de una moral auténtica.

    Frente a la situación anteriormente descrita, Jesús rechaza de plano la tradición y proclama que la religión practicada así, traiciona el proyecto de Dios. De todo lo que esta fuera del hombre no debe pasar por un rito de purificación (tocar un enfermo, ayudar un caído, hablar con alguien de reputación dudosa, etc…), “lo que sale adentro es lo que hace impuro al hombre” e incluso la misma realidad es el producto de los habita en el corazón del hombre y Jesús las anuncia (frivolidad, adulterio, robos, etc.).

    Jesús equipara a los puros con los impuros al  suprimir el status de privilegio, y deja expuesto el punto común  que nos iguala a todos, que la verdadera impureza nace desde adentro poniendo en peligro la vida. Todo lo que hagamos pasar por mandato de Dios es solo nuestra comodidad e interés. No podemos olvidar que Dios está en la vida de justicia, en las relaciones humanas sinceras, en lo que contribuye a la libertad  de las personas aunque estas estén llenas de ambigüedades e impurezas.

    En rigor de pensamiento, el texto nos pone sobre la mesa un problema que también es actual es las Iglesias, porque los neo-fariseos y los neo-maestros se siguen preocupando de las tradiciones y las leyes cultuales, de pureza, una jurisprudencia  de  derecho  religiosa cerrada. Hoy la palabra de Jesús nos dice “también ustedes son incapaces de entender (cf Mc. 7,18).

    ¡Hasta pronto amigas y amigos online!






No hay comentarios:

EL RUIDO DE LA PALABRA

Toda reflexión es producto de la sonoridad de la palabra