sábado, 16 de agosto de 2014

Una mujer, señala a Jesús el camino del reino

Evangelio según san Mateo     15, 21-28

Resumen: Una mujer extranjera pide a Jesús su intervención milagrosa en favor de su hija. Ante la negativa de Jesús, ella insiste obteniendo no sólo el milagro sino también que Jesús la reconozca como de “gran fe” siendo así para el Evangelio modelo de creyente en Jesús y a su vez  capaz de enseñarle al mismo Jesús los caminos del reino.

Siguiendo un esquema semejante a Marcos, Mateo nos presenta a Jesús en territorio extranjero (es que su fama ya era reconocida allí, 4,24). La mujer – a la que Marcos llamaba “griega” – recibe acá el nombre tradicional de la región: cananea. Es importante – siempre – tener presente que Mateo se dirige a una comunidad concreta en una región concreta. La predicación a los paganos y el lugar de los judíos parece un tema importante en este caso. Parece decir Mateo, que los paganos deben reconocer la prioridad de Israel: no se cierra la entrada de los extranjeros, si es que tienen una gran fe como esta mujer, pero los destinatarios de la salvación son los judíos (como no se ha de alimentar a los perros a costa de desentenderse de los hijos). La mujer, entonces, reconocerá no tener derecho alguno y ante ese gesto de humildad Jesús la reconoce capaz de recibir lo pedido. El texto, así mirado, no es misionero sino eclesial.

Como otros necesitados de salud, la mujer le pide “¡compadécete!” (eleêson): 9,27; 17,15; 20,30.31, acotando “hijo de David” (9,27; 20,30.31). Pero Jesús no responde. Lo que provoca la intercesión de los “discípulos” pidiéndole que le conceda lo que pide para que no siga gritando. No parecen preocupados por el bienestar de la hija de la mujer poseída de un “mal demonio” sino indiferentes a su problema; lo que les preocupa es la molestia, no la hija. Como los anteriores enfermos citados que piden compasión, esta lo hace “gritando”.

La negativa de Jesús tiene más densidad teológica que en Marcos: Jesús acota que no “he sido enviado” (= por Dios) sino “a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Jesús ya lo había dicho a los que él enviaba delante suyo (10,6; cf. Jer 23,2; 27,6). Dos temas son interesantes: en el contexto de Mateo, esto se refiere a aquellas ovejas de las que se desentienden los fariseos de tiempos de Mateo; los miembros de Israel están perdidos porque quienes deben ocuparse de ellos son “guías ciegos” (23,16.24). Por otra parte, el texto puede leerse de dos maneras: “a aquellas ovejas de Israel que estén perdidas” o – como parece preferible – “a las ovejas (que es) Israel" que – todas ellas – están perdidas.

El dicho de Jesús y la respuesta de la mujer sobre los perritos, los hijos y las migas que caen es semejante (con matices: “de los niños”, Mc; “de sus señores”, Mt) a Marcos. El contraste entre “hijos” y “perros” parece aludir a los judíos (“hijos”, cf. Ex 4,22; Os 11,1) y los paganos (“perros”, cf. Fil 3,2-3; Ap 22,15). El término “perro” (aquí “perritos”) es ambiguo: se usa en sentido de algo despreciable (Ex 22,30; 1 Sam 17,43; 24,15), del varón que se prostituye (Dt 23,19), de un enemigo peligroso (Sal 22,17.21), y de algo impuro (cf. Job 30,1). Comparar a alguien con un perro es un insulto, y compararse a sí mismos con un “perro muerto” es un gesto de humillación (cf. 1 Sam 24,15; 2 Sam 9,8). 

“No deben introducirse en el campamento santo (= Jerusalén) perros que coman algunos de los huesos del templo con la carne. Porque Jerusalén es el campamento santo, el lugar que escogió de entre todas las tribus de Israel…” (4QMMTc, fragm. 1, col II,9 – col III,2). 

 Se ha pensado, por ejemplo, que el uso del diminutivo sirve para distinguir el perro doméstico del perro salvaje, e incluso se ha recurrido para mostrarlo a textos griegos y latinos, pero no a textos judíos. Lo más probable es que se refiera, entonces, sencillamente al contraste entre judíos-hijos y paganos-perros. El diminutivo puede servir para aludir a los perros – o a sus cachorros – domésticos (de hecho el dicho transcurre en torno a la mesa familiar), pero sin duda se alude aquí a los paganos.

 Se destaca que las dos veces (vv.25.27) la mujer se dirige a Jesús como “Señor”, y que se postra (proskynei, v.25) ante Jesús. Esta “postración” es verbo preferido en Mateo (x13, contra x2 en Mc, x3 en Lc y x11 en Jn, aunque x9 en 4,20-24) donde salvo el caso de la tentación (el diablo le pide que lo “adore”, 4,9.10) y en una parábola (18,26) siempre se dice de Jesús. Se trata de una actitud de postración ante lo divino, por lo que a veces se traduce por “adoración” y suele dirigirse a Dios (Ex 20,5; Lv 26,1; Dt 4,19) aunque puede realizarse en señal de respeto ante un superior (cf. Ex 18,7; Rut 2,10; 1 Sam 24,9; 2 Sam 1,2…). 

Mateo añade una referencia a la “fe grande” de la mujer que es tema característico de Mateo en contraste con la “poca fe” de los apóstoles, y de Pedro. En Mateo, la fe es fundamentalmente la confianza en que Jesús es capaz de obrar un milagro (8,10.13; 9,2.22.28.29; de allí que en 8,13 y 9,29 Jesús dirá – como en este texto – que lo que le piden suceda conforme a la fe que tienen); en 17,20 y 21,21 se refiere a la fe de los oyentes capaz de obrar cosas importantes, de donde concluye la importancia de la oración (21,22). En 21,25.32 se refiere a que los sumos sacerdotes y ancianos no le han “creído” a Juan (por su testimonio sobre Jesús). Lo que se les critica a los “escribas y fariseos” es que descuidan lo único importante de la Ley: “la justicia, la misericordia y la fe” (23,23). También es usada en sentido de “fidelidad” (24,45; 25,21.23). Podemos decir, en suma, que la fe, aunque no tiene un sentido tan fuerte como encontramos en Pablo, esta se dirige a Cristo (no se habla de “creer en Dios” sino en lo que Cristo es capaz para nuestras vidas).

Pero es muy importante notar, como hemos dicho, que si los apóstoles son cuestionados frecuentemente por su “poca fe”, la “mucha fe” de esta mujer (como la del pagano en 8,10) es particularmente importante (especialmente por tratarse de gente de la que no se espera que tengan fe). Pero tampoco ha de dejar de tenerse en cuenta otro aspecto: Jesús anuncia un reinado de Dios del que invita a hacerse discípulos. Él mismo también está dispuesto a dejarse enseñar – por una mujer y pagana, ¡nada menos! – para ser fiel al proyecto de Dios. Sin duda que aquí esta mujer enseña a Jesús la novedad del reino. Y Mateo toma este elemento para dirigirse a su comunidad, mayoritariamente de cristianos venidos del judaísmo, para invitarlos a tener otra actitud frente a los paganos de su ciudad (ver 28,20). 

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