sábado, 3 de julio de 2010

SUS NOMBRES ESTAN ESCRITOS EN EL CIELO

Texto.
1 Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. 2 Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. 3 ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. 4 No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. 5 Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. 6 Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. 7 Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. 8 En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; 9 curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”. 10 Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: 11 “¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca”. 12 Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. 14 Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. 15 Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno.
16 El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió».
7 Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre». 18 Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. 20 No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».


REFLEXION

Va parecer extraño cuando leemos en Lc 9, 1-10; 52-53, que trata de la misión de los doce tanto en territorio judío como en territorio samaritano, ha sido un total fracaso. Jesús elige también a otros que son llamados 72 y los envía anunciar el evangelio. Las instrucciones no cambian pero los resultados son otros.

Cuando son enviados de dos en dos, el evangelista Lucas deja en claro que la responsabilidad misionera es de todos ya no será de los doce. La proclamación de la buena nueva, no puede hacerse de manera individual debe ser comunitaria. La misión no está restringida a solo sacerdotes o religiosos, es toda la comunidad con sus responsables la que asume esta tarea del evangelio con clara conciencia que han de pedir al dueño de la mies que mande obreros. El pedir es tener conciencia de confianza en Dios y saber que no existen dueños que se abroguen el mensaje.

El mensaje es claro: ha llegado el Reino de Dios. Esta frase tan sencilla solo es posible anunciarla con el testimonio de vida y la acción, construyendo la paz, generando vida… y todo eso engendra un nuevo orden que serán signos visibles.

La misión del Reino de Dios, no puede hacerse en base a venganzas y amenazas, es mejor romper relaciones (sacudirse el polvo de los pies) y no guardar odio, porque más adelante se pueden restaurar.

La proclamación del Reino de Dios es urgente. Esta urgencia nace de que otros carecen de ella y no han transformado su vida. El discípulo debe ser un hombre libre que no tiene bolsa, ni alforja, ni sandalia de repuesto, porque su vida no está apoyada en el poder, el tener y el placer. El discípulo está hecho para dar vida a los demás.

El ambiente que marca la vida discipular esta expresado en la metáfora de cordero entre lobos, es decir que todo lo que viva y diga el discípulo (bondad, amistad, paz, solidaridad…) será con frecuencia distinta y contradictoria a la vida de los lobos.

El evangelista remarca la alegría de los 72 por el trabajo bien hecho. La alegría de los 72 Jesús la ve como el fin del adversario (satán) del plan de Dios. El discípulo llamado, liberado, educado y protegido por el maestro recibe potestad para dominar el mal. La buena nueva no puede ser detenida. La alegría es que el nombre del discípulo está en el corazón de Dios. AMEN

No hay comentarios:

EL RUIDO DE LA PALABRA

Toda reflexión es producto de la sonoridad de la palabra