domingo, 13 de junio de 2010

TENGO ALGO QUE DECIRTE

Texto. Lc 7, 36-50.

36 Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. 37 Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. 38 Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.

39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!». 40 Pero Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». «Di, Maestro», respondió él. 41 «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. 42 Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?». 43 Simón contestó: «Pienso que aquel a quien perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado bien».

44 Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. 45 Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. 46 Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. 47 Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor». 48 Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados». 49 Los invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?». 50 Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz


REFLEXIÓN GENERAL.

En línea general tenemos un relato que presenta dos dimensiones: la presencia de un hombre y una mujer. La mujer no tiene nombre, el fariseo se llama Simón, es el único fariseo que se menciona por su nombre en los sinópticos.
En cuanto a la mujer, en el texto es descrita con mucho detalle tanto de su vida como las acciones que ella hace en la persona de Jesús. Sus acciones se resumen en los verbos regar, secar, ungir y besar. Estos verbos son el reflejo de una profunda gratitud. Esta mujer sin nombre representa el estamento de las y los marginados por motivos religiosos y sociales.

Ante las acciones de la mujer Jesús responde con los verbos: ama, interpela, perdona y libera. Jesús responde porque se deja bañar por las lágrimas de esta mujer, se deja secar por sus cabellos, se deja besar y ungir, en una palabra tiene sentimientos de acogida. Es más si nos fijamos bien el fariseo estaba acompañado por sus suyos en cambio Jesús no tiene otra compañía que esta mujer. La acción que ejecuta esta mujer produce el efecto liberador del perdón que ante los ojos de los compañero del fariseo esto es un escándalo, pero la mujer da profunda muestras de agradecimiento pues está convencida que ha que Jesús la ha liberado.

El fariseo cree que cuando invita a Jesús a su casa a compartir su mesa, el maestro está convencido de sus ideas y convicciones religiosas. La actitud de Jesús causa reproche porque se ha dejado tocar por una mujer pecadora. Pese a la simpatía que posiblemente podía haber tenido hacia Jesús, el fariseo sigue creyendo en el peso de la ley de los puros e impuro, él sigue dividiendo a personas puras e impuras, malas y buenas.

Este evangelio nos pone en evidencia que es peligroso para la fraternidad tener una moral cómoda en la juzguemos severamente a los demás y sentirnos justificados por lo que hacemos. El evangelio es buena noticia que no produce desesperanza, nos revela el perdón que gratuitamente viene de Dios.

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EL RUIDO DE LA PALABRA

Toda reflexión es producto de la sonoridad de la palabra